Hace poco cumplí 30 años, y no puedo decir que llevaba una vida en piloto automático, aunque así pareciera. Me pasé parte de un tercio de vida arreglando traumas, por gracia, qué cosas. Podría haber sido astronauta, bien cliché, o gimnasta olímpica, o cantante. Podría haber ganado algún premio, o haberme destacado más en la universidad, no lo sé, así no pasó. Podría haber dicho si a eso, no a aquello, pero igual dije si a lo que no, y no a lo que sí. Podría estar tomando más riesgos, quien sabe. Lo que sé, es que las cosas están cambiando —y que me estoy haciendo vieja. Emoji de la cara triste—.
*El Buda se ríe.
Al envejecer, la ilusión de las opciones se va desvaneciendo. La intención de ser decididamente va acumulando peso cuando todo lo que podía estar a disponibilidad de una vida vivida de cierta forma se va descartando. Al envejecer, los sueños se van hilando más en la materia, y la singularidad que creíamos ser, va mostrándose ingenua cuando el cuerpo dice que eso que querías hacer, es un poco más difícil ahora —pero “namás” un poquito— y es natural que el reproche aparezca, que los “podría” o “debería” salgan a escena, y que eso nos cree un resentimiento interno, más eso poco le importa al dios del Tiempo, que sigue moviendo su péndulo cruelmente.
Con el dios del Tiempo no se pueden hacer compromisos, ni acuerdos, ni negociaciones. No funciona así querido estudiante. El tiempo saturnal se muestra con evidencia directa de la realidad, de un cuerpo que muere, de una mente que pierde finura, y de unos recursos que se van limitando. El Teatro de la Vida va revelando su verdadero propósito, y vos, el observador que lo fue creando. Aún así, el reproche de sentirse atrás en la vida, de florecer tardíamente, siendo todo y doloroso, es una mera ilusión, pues no existe tal cosa en la natura.
En física, está la teoría del ajuste fino del universo, que sostiene que las condiciones iniciales y las constantes físicas del cosmos están increíblemente bien calibradas para permitir la existencia de vida. Pequeñas variaciones en estos valores harían imposible la vida tal como la conocemos. Entonces, incluso cuando la flor parece abrirse tardíamente no lo hace, en realidad, está obedeciendo a ese ajuste fino constante que permite que la vida se desarrolle como debe hacerlo, ni más ni menos, ni antes ni después.
Por más que me imagine en mi cabeza variando los valores en escenarios ficticios, en cómo debería haber terminado esa conversación con mi madre, en si debería haber optado por psicología en vez de comunicaciones, o no haber renunciado al aparente trabajo soñado, eso no mueve ni por los pelos el devenir de esa línea temporal, más sí justifica esta línea temporal del presente, tal como se ha dado. Así bien, todas las decisiones que he tomado —para bien o para mal— me han traído hasta aquí, hasta este tercio de vida que se pone como punto de partida para el siguiente, y aunque sentirme atrás de todo es entendible, estaría ignorando que aquellas decisiones tal vez hacen parte de una especie de ajuste fino de la vida, que me hacen quien soy hoy.
*El Buda procede a sonreir contento.
Cada que siento tristeza por como ha sido el devenir de mi vida en ciertas áreas, me recuerdo con gratitud lo que sí ha sido, planeado o no, y que para ser quien soy hoy, la historia no podría haber ocurrido de otra manera. Bajo el ajuste fino, aquello sobre lo que siento descontento continúa obedeciendo a condiciones que están forjando el carácter para que la flor se abra cuando deba hacerlo. De pronto, los “podría haber hecho”, “podría haber sido”, “debería tener” no vienen al caso, a menos de que se propongan como escalones para mejorar nuestro futuro, y jamás para instalarse a pagar renta en el pasado. Recuerda que con el Tiempo esas concesiones no existen, y que será mejor continuar construyendo carácter sobre ese ajuste fino. No hay error, lo que fue, fue.
Esta aceptación representa una verdadera libertad psicológica, aligera la carga que nos imponemos cuando nos comparamos con otros, y nos pone mentalmente en una posición de mayor claridad frente al futuro. Algunos hicieron camino para ser astronautas, médicos, medallistas olímpicos, empresarios, investigadores o lo que sea, para la mente es sencillo encontrar con qué ponerse en comparación. Hay personas feroces, resilientes, decididas, entre otras aptitutes, que se hacen amigas del Tiempo y la flor se abre más pronto y es perfecto. Otros, tenemos una relación de mayor fricción con él, y la flor se tarda más en abrir y es perfecto. Algunos, nunca florecen y con tristeza, se acepta que así debía ser.
*El Buda asiente con su existencia.
Ahora bien, me parece que esta conversación se estira un poco más allá de la apariencia.
La sensación de pensarse atrás en la vida tal vez no obedece realmente a lo que logramos con el tiempo que tenemos, sino a cuanto tiempo nos tomamos para decidir vivir de manera auténtica, como es posible observar en todos esos seres humanos que nos vemos admirando y comparando. Es posible entonces que esos logros sean la consecuencia de ello, son la extensión y expresión de una vida auténtica, y cuando nos entristecemos al ver nuestra vida en retrospectiva, el reproche no es en realidad hacia cuanto hemos hecho, logrado, u obtenido, sino hacia el no estar viviendo de forma auténtica.
La flor no parece preguntarse cuándo es el mejor momento para abrirse, simplemente lo hace. Es así que cuando la flor se abre para mostrarse cumple con su próposito, que va más allá de sí misma, que es más grande que sí misma, porque cuando se abre vienen las abejas, y con las abejas ocurre la primavera, ocurre la vida, ese es el logro de la florecita. Y así, siendo la infinita sabiduría de la naturaleza cíclica, la flor no se abre solo una vez, en muchas otras existencias se abre cientos de veces.
Proponerse vivir de manera auténtica no es sencillo, porque nos enfrenta a buscar sentido más allá de nosotros mismos, nos lleva a revisarnos y a cuestionarnos sobre creencias y hábitos que impiden psicológicamente la manifestación de la autenticidad, nos invita a acompañarnos en los miedos que se generaron durante etapas tempranas de nuestra infancia para resignificarlos, y nos obliga a mejorar nuestra relación con el perfeccionismo, la crítica, el autosabotaje y el temor al fracaso. Una vez iniciado el camino, el dios del Tiempo nos estrecha la mano amistosamente, y de pronto nos parece que llegar a una cierta edad es irrelevante, ahora lo que verdaderamente importa, es el cómo estamos usando nuestro tiempo vital para hacerlo de manera auténtica, el resto viene por añadidura, como la florecita cuando por abrirse trae la primavera.
*El Buda pregunta:
"¿Qué significa vivir de manera auténtica para tí?”
Significa seguir escribiendo este blog.
Feliz inicio de década.
Gracias a todos los budas de mi vida.
Discusión sobre este post
Sin posts
Amé este escrito, Manu! <3
Resueno mucho con esto:
"De pronto, los “podría haber hecho”, “podría haber sido”, “debería tener” no vienen al caso, a menos de que se propongan como escalones para mejorar nuestro futuro, y jamás para instalarse a pagar renta en el pasado. Recuerda que con el Tiempo esas concesiones no existen, y que será mejor continuar construyendo carácter sobre ese ajuste fino. No hay error, lo que fue, fue."
Siempre he sido un gran creyente que todo sucede por algo y que lo que tenga que ser será! :) Bonita forma de conmemorar tus 30 con este escrito!